EXISTE una forma noble de abrir un libro, otra de oficio y una tercera, digamos, técnica (la palabra "instrumental", usada aquí, me parece innecesariamente sincera, dadas las circunstancias). Una más hay, de la que me ocupo al final.
- LA MANERA NOBLE DE LEER es la ejercida por todos nosotros desde nuestra cándida o sabida o caótica o proterva o lo que sea adolescencia. Su finalidad única es pasar el rato; esto puede decirse de más sutiles, profundas, ampulosas, cursis o todo a la vez maneras, pero nadie abre un libro noblemente sin tomarlo por lo que es: una puerta a otro mundo adonde que no hay mejor modo de acceder. Gran público, se nos llama. Sin embargo, existen muchos grandes públicos: el de Don Brown, el de Coelho, de Saramago, de Cortázar, Pessoa, Joyce, Proust...; en cuanto a gran público, la diferencia es nula. Y no, lector desocupado, lo tuyo no es diferente, tú no buscas otra cosa, tú no lees para profundizar en nada, créeme. Pero hay algo que nos une a todos como grandes públicos y por eso llamo "noble" a esta manera de leer: el libro que abrimos es un mero punto de partida; no buscamos entender al que lo ha escrito ni al mundo, no buscamos nada de nada: leer es un fin en sí mismo.
- LA LECTURA DE OFICIO. Investigadores, profesores, críticos y familia. Leen hasta el agotamiento porque es su obligación profesional, con el fin de estrujar la obra (con su autor, su momento, sus ediciones y todotodotodo lo demás). La lectura minuciosa es su medio y la obra su fin, en sí misma. Por supuesto, estos galeotes pueden ejercer además la lectura noble, pero se trata de otras personas en los mismos cuerpos y, además, la deformación profesional les estorba hasta la asfixia, como a un médico forense puede hacérsele difícil apreciar la belleza de los cuerpos.
- LA LECTURA, DIGAMOS, TÉCNICA. Innoble, herética, canallesca, vil: la de los escritores, que leen para aprender. Buscan el truco que les resuelve el problema, el error que hay que evitar, la frase que plagiarán. En literatura, lo que no es imitación es plagio; en literatura, el robo sólo es delito si no va acompañado de asesinato. Pues vale. Consuela pensar que todos lo han hecho, que de esta guerra de todos contra todos, de esta cadena de escaramuzas, emboscadas y golpes de mano ha nacido la Historia de la Literatura, con mayúsculas, gracias a la cual los lectores nobles podemos entretenernos noblemente... sabiendo de antemano que lo que leemos ha pasado todos los controles sanitarios.
- Y OTRA MANERA DE LEER. A lo largo de mi vida apenas he terminado cien libros, pero he leído muchos más. La frase ha sido atribuída indiscriminadamente y la cito de memoria, pero refiere una práctica extendida. Y sabia. Es legítimo saltarse páginas (Pennac y -notoriamente- Derrida, por no hablar de Menéndez Pelayo); entonces, ¿por qué no pueden ser saltadas también las últimas? ¿porque "saltarse" implica que luego hay más? Detalles enfadosos. Si el final se ve venir, si al escriba se le han agotado los recursos, si notamos que no nos interesa ni nos intriga ni nos divierte ¿seguiremos? La vida es corta, che.
Ibn Battuta El Tangerino redactó en el siglo XIV un bendito, alabado e indigesto libro de viajes cuyo editor en castellano intituló A través del Islam; indigesto aunque interesante y hasta muy interesante de vez en cuando, y de vez en cuando hay que zambullirse en él como un cormorán. Con el Viaje a La Meca y lo demás de Burton, lo pispo. Pero de leerse tanto uno como otro de cabo a rabo, nada. Sólo hace dos años -con vergonzante ocasión y una recaída en la manía del "hay que leer a"- me leí ordenadamente, de la primera página a la última, Cien años de soledad para descubrir que ya me había leido cien veces sus mejores, sus mediocres y sus peores páginas abriéndolo al azar durante años. Nada digamos de Rayuela. El Ulises me lo engullí cuando yo creía que "había" que leerse el Ulises, con este resultado: Joyce nevermore hasta que la traducción de Dublineses por Cabrera Infante me hizo reafirmarme en la postura de éste que lo es.